Monday, May 30, 2011




Traté de escribirle un poema pero me dejó sin palabras. Pensé en este sentimiento que no entiendo y no conozco y es que no encuentro como decir, como nombrar lo que nunca he conocido y que ahora se presenta y hurga la magia del momento, que no desea ver mas allá de lo que es. Mientras buscaba en el mar de las palabras ví un barco tan grande como una isla huyéndole al amanecer y detrás le seguían un grupo de cangrejos rojos regresando a sus guaridas arenosas, cansados del regreso. El mar me trajo un mandala, y de nuevo sentía pero no tenía el verbo y los adjetivos que otorgaran forma, razón, camino, vereda, constancia. Una grulla negra parecía tan perdida como yo en medio de esta búsqueda en el silencio de la palabra llena de ruidos, de olas, de hojas, de pasos sin destino, de no saber hacia donde se va pero con la certeza que se va por buen camino. Encontré unas torres muertas, eran tres, que desangraban letras, texturas, formas que parecían palabras. Me entregué a su presencia, abrazé su redondez, el iris de mis ojos encontró en aquellos gigantes el espiral y las letras de lo que no nació de un poema. Allí vi su presencia entre el cielo, el mar y mi propia mirada.

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