enelbiuti

Todo lo aprendí en el biuti
Me quedé esperando el día en que mis padres me hablaran todo sobre el sexo. Cuando por fin lo hicieron fué de una forma muy peculiar. Todo comenzó en el biuti, con mi madre. De muy pequeña y de forma inesperada llovian sobre mis manos los manuales de la escuela popular de la sexualidad sin supervisión. Fue allí, en los salones de belleza, donde aprendí todo acerca del flagelo de ardientes amores y del sexo cuando por largas horas esperaba sentadita en una esquina escuchando a mujeres divorciadas, separadas, con amantes, recien casadas y amargadas hablar del amor, de su amor. Luego fueron sus infinitas bibliotecas inundadas de fotonovelas mexicanas y españolas con las ilustraciones mas fascinantes de besos, posturas e intrigas que jamás ningún par de ojitos curiosos habría visitado. Era simplemente deslumbrante y aún hoy día le pararía los pelos de punta a cualquiera.
Probablemente entre mis 6 y 10 años la batalla de mi madre en contra de su pelo rizo me llevó a un viaje de fantasia que nunca olvidaré. Hasta el sol de hoy todavía estoy tratando de desandar ese viaje tan extraño. Miles de rolos, decenas de alizados, docenas de secadoras, centenares de potes de spray fijador e inumerables féminas conferenciantes, con su verdad sobre el amor enredada en sus lenguas, me prepararon para salir a un mundo al que descubrí no ser el que yo había estudiado. La realidad sobrepasó toda fotonovela y chisme de espacios capilares. Hoy todavía me disfruto los biutis aunque ya no soy esa niña. Mis curiosidades han cambiado. Ahora curioseo por otros espacios y lugares en los salones de belleza, con otros ojos y otros oídos que tranformaron cierta experiencia.






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