Un cello no me deja dormir...el eco de de Heitor Villa-Lobos rebota en mis oidos y llora un tiempo en medio del frio en el Blue Rider Theatre. Mis manos, aún muy tiernas, mis oídos agudos al descubrimiento de nuevos movimientos y nuevas melodias.
Declamé con pasión a Lorca frente a un teatro desamparado; no importó. La crítica del Reader, masacró nuestra presentación. Escribió acerca de la desarmonía entre los elementos por falta de dirección. Nos partió y disectó por el mismo medio, como quien hurga en un desierto de arena por un ínfimo tesoro y buscando una razón. Allí había algo. En esa disección tomó el grano de aquella niña en sus manos y dijo "…una lástima…declamó con pasión…un nuevo descubrimiento…". Luego descubrió otros hermosos granos, otros y otros.
Así mi amigo Miguel, sin saberlo, me lanzó al mundo de las miradas impertinentes que todo lo rebuscan, mirada que hoy conozco muy bien y con la que tanto me identifico. Me enseñó que hay que hacer. Me enseñó a escuchar. Me enseñó que hay que escribir y me enseñó a amar el teatro, las Bachianas y el cello.
Un gran espacio en medio de un escenario, una pianista rusa, un cellista polaco, una cellista mexicana, una voz africana, varias voces mexicanas, una voz colombiana, otra voz puertorriqueña y un cuerpo de bailarina norteamericana es igual a una pasión en común, tan delirante como un espejismo en el desierto, como la imágen de un cello entre un par de piernas mientras llora las melodias de las Bachianas Brasileiras.
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