Monday, August 31, 2009

La Eterna Enamorada

10 de marzo de 2008, 2:30 p.m.

Santurce, P.R.


Me topé con Lily en el correo. Ya habíamos conversado brevemente. La primera vez que lo hicimos fué en la guaguita de las frutas y los vegetales. Lilly acompañaba al vendedor y mientras yo compraba unas chinas ella las recomendó y me dijo que eran de Lares y que eran muy dulces y ricas. Se sonrió conmigo dejando entrever sus largos, amarillos y deformes dientes enmarcados de rojo vivo.

Luego fué el día que me lanzé armada de mi cámara a encontrar tesoros de los que mucha gente nunca mira y me fascinan tanto. Ella estaba parada esperando el autobus y me jaló como un imán hacia ella. Cruzé la calle hasta donde se encontraba y conversamos por un rato. Por primera vez yo la observaba detenidamente. Su maquillaje impecable y su pelo también. Toda su máscara aplicada de una manera teatral y su cráneo cubierto de su cabellera teñida de rubio con dos olas abultadas que sobresalían de los costados de sus cienes, muy bien peinadas con una estoicidad de tsunami imponente. Ese día Lilly me dijo que vivía sola pero que por muchos años tuvo un marido. Acercó su cartera y sacó de ella una billetera, la abrió y de allí saco una foto en blanco y negro, desteñida por el tiempo y me la mostró. Me dijo que ese era su marido que ya había fallecido. Lilly era viuda. Cuando observe la foto Lilly estaba parada junto a un féretro en una funeraria. Ella vestía de negro y su cabellera de tsunami estaba cubierta y contenida por un pañuelo negro y transparente. Ella posaba junto a su adorado difunto mientras le acariciaba su rostro. Ella carga esa foto desde entonces en su cartera.

Hoy Lily me volvió a sonreir y me hizo sentir muy felíz porque su extraña familiaridad enternece mi corazón.

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