La noche se mostraba justa en su apacible calma y clima. Comenzaba el desfile de la solidaridad. La humildad y la generosidad desfiló ante nosotros y no se hicieron esperar los agradecimientos por entender, tratar de sentir y cuestionarse, quizás por vez primera para una joven generación, lo que significa la hermandad caribeña.
La fila del regimiento solidario comenzaba a crecer en armonía y algo que no se puede negar es que ni el saludo efusivo de Tego, ni la humilde espera del Visitante para pagar por su entrada a la Respuesta nos conmovió mas que la entrega de un cerdito plástico de color azul cielo que nos entregó en las manos un niño de alrededor de 8 años junto a su padre. Al preguntarle al niño, mirándolo fíjamente a sus ojitos mientras entregaba su custodiado cerdito, si esos eran sus ahorros el niño asintió con su cabecita que sí. Mi alma se enterneció y pensé, cuando yo era niña, lo importante que era mi alcancía y mis ahorros que yo atesoraba porque entendía que con el dinero se podían conseguir cosas tan importantes a esa edad como mis dulces preferidos; entonces comprendí que el gesto de aquel niño era mas que una donación, era un despertar de conciencia, una conciencia muy tierna y en formación de su sensibilidad ante el dolor de otros.
Corrian las donaciones y la entrada a ese recinto era de un público heterogéneo en intereses, en edades, en propósitos, probablemente todos buscando diversas respuestas en un mismo lugar. Entraban los músicos, los cantantes, los bailarines, los actores, los artistas plásticos, todos en un junte hermoso liderado por un grupo de jóvenes ángeles que tomaban muy en serio su encomienda. Mi encomienda del segundo turno junto a mi amiga Iliana fué de mucho aprendizaje y valoración. Despues de sobre cinco años de estar de cerca a Hilda y al Comité Pro Niñez Domínico Haitiana de Puerto Rico, insisto en su presencia en mi vida que me hace valorar cada día el motor de este comité que cuesta arriba pero que con tanto impetu siempre ha dejado sentir su lema; “la solidaridad es la ternura de los pueblos”.
La fila del regimiento solidario comenzaba a crecer en armonía y algo que no se puede negar es que ni el saludo efusivo de Tego, ni la humilde espera del Visitante para pagar por su entrada a la Respuesta nos conmovió mas que la entrega de un cerdito plástico de color azul cielo que nos entregó en las manos un niño de alrededor de 8 años junto a su padre. Al preguntarle al niño, mirándolo fíjamente a sus ojitos mientras entregaba su custodiado cerdito, si esos eran sus ahorros el niño asintió con su cabecita que sí. Mi alma se enterneció y pensé, cuando yo era niña, lo importante que era mi alcancía y mis ahorros que yo atesoraba porque entendía que con el dinero se podían conseguir cosas tan importantes a esa edad como mis dulces preferidos; entonces comprendí que el gesto de aquel niño era mas que una donación, era un despertar de conciencia, una conciencia muy tierna y en formación de su sensibilidad ante el dolor de otros.
Corrian las donaciones y la entrada a ese recinto era de un público heterogéneo en intereses, en edades, en propósitos, probablemente todos buscando diversas respuestas en un mismo lugar. Entraban los músicos, los cantantes, los bailarines, los actores, los artistas plásticos, todos en un junte hermoso liderado por un grupo de jóvenes ángeles que tomaban muy en serio su encomienda. Mi encomienda del segundo turno junto a mi amiga Iliana fué de mucho aprendizaje y valoración. Despues de sobre cinco años de estar de cerca a Hilda y al Comité Pro Niñez Domínico Haitiana de Puerto Rico, insisto en su presencia en mi vida que me hace valorar cada día el motor de este comité que cuesta arriba pero que con tanto impetu siempre ha dejado sentir su lema; “la solidaridad es la ternura de los pueblos”.
No comments:
Post a Comment