Monday, June 20, 2011

Pollitos y lentejuelas



Un niño me ruega que quiere aprender a coser, el mismo niño me trae en su gorra de beisbol 5 pollitos, luego me cuenta sus memorias de un verano junto a mí, a Oller y a Campeche. Volvemos a los pollitos que ahora son de tela, algodón, lentejuelas, hilos de colores y mucha concentración. El niño entre pollitos y flores de algodón me muestra su hazaña, la belleza de sus manos creadoras que pintan, que juegan, que hacen música, que trabajan en el jardín de su casa. Este jovencito de trece años a veces me parece fuera de serie, como de otro planeta, gravitando entre el mundo de la inocencia  y la cruda realidad del paso del tiempo que insiste en la amnesia de los años tiernos.  Me quedo esperando a nunca verlo cambiar pero su cuerpo me dice lo contrario. El ya es grande y sobrepasa mi estatura, sus brazos le cuelgan casi hasta el piso, sus piernas llenas de golpes por el baloncesto y el trabajo hecho con amor no le restan la ternura y el deseo de querer descubrir cosas nuevas hasta en las costuras de un pollito de algodón. 

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