Saturday, September 5, 2009

La Semilla

4 de abril de 2008, 5:48 a.m.,Santurce, Puerto Rico

Apenas recordaba su rostro y es que apenas quedó rastro. Pasaron demasiados años que poco a poco, con el velo del olvido, con la ráfaga de la prisa, con el despeine del vaivén desplazándome en el territorio de mi memoria, lo dejaron rezagado en una esquina del tesoro de los hermosos recuerdos. Allí arrinconado, se fué encaracolando su cuerpo y su carita quedó escondida hasta que ya no la pude ver y hasta que ya casi olvidado, una madrugada, lo encontré .

La madrugada, que redescubrí el tesoro y decidí abrirlo fué tormentosa, de una dichosa tormenta de esas que te regresan el recuerdo que pensabas perdido. Tomé su cuerpo arrinconado, lo saqué de aquella esquina hasta que se fué desenroscando ante mis ojos trayendo consigo un poema, un invierno, dos amigos y mucho pasado. El cargaba en su espalda dicha y llanto con una gran escuela de destierro cerca de un mar extraño, que no se parecía en nada al mar que tanto amamos. Allá, en ese pasado me dijo “toma este poema que es un regalo” y tambien bailamos.

Anoche fuí a su rencuentro. Yo llevaba mucho susto pues esta cuestión de presenciar el pasado es siempre muy extraña, como un malabar de sentimientos encontrados y con razón porque es que fueron 20 años. Me invadió una ansiedad que casi me hurta el respiro y mientras manejaba rumbo al encuentro surgieron tantas preguntas como por ejemplo: ¿como es su cara? ¿como lo reconoceré? ¿por que ando buscando este pasado?

Su búsqueda fué maravillosa y esa tarea, en mi desespero, me acercó a un hombre que miraba a sus alrededores como buscando a alguien…¿a mi? Estaba como un poco desesperado, pero solo era el espejo de mi propio desespero. Me acerqué al él y le pregunté si buscaba a alguien y cuando dijo que sí, y mencionó el nombre de alguien, no era precisamente yo. En eso nació una conversación maravillosa. Ese hombre era mexicano y conoció de la esquina y de la casa donde por algún tiempo viví en otro pasado.

Luego de un rato de viajar por otro ayer, que no tenía nada que ver con el que yo buscaba, se apareció la silueta y se develó la cara y fué contundente, no hubo dudas y fué simplemente maravilloso: eres TU! Dijimos y nos señalamos. De ahí nació el abrazo que yo deseaba y que había imaginado. Pletóricos de ternura y cariño lanzamos al viento ese velo opaco, que luego refrescó la lluvia para develar el encuentro y recontar el pasado. Ya no tuve susto de ese momento y finalmente lo miré a los ojos de la transparencia, de lo no inventado, pues allí estaba con el regalo germinado de un gran cariño que hacía 20 años, en medio de un invierno, habíamos sembrado.

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